Llego a la oficina y encuentro mi escritorio con muchos globitos, hoy toca la celebración con los compañeritos de trabajo, abrazos, regalitos y muchas felicitaciones inundan el día. Los mensajitos en el Facebook siguen llegando porque como me dijeron ayer "que mala pata que tu cumple fue domingo, hoy la mara ni se entera ni deja mensaje en facebook porque todos andan desconectados". Por la tarde nos comimos la respectiva magdalena de chocolate y un poco de chucherías.
A penas tengo la resaca del pastel del día anterior, más el pastel de la oficina y todavía hacía falta otro pastel: el de mi segundo sobrinito!!!
Hoy tocó otro cumpleaños, un tauro más a la familia, así de sentimental y risueño como los que somos de mayo, lleno de energía y de mucha creatividad. Este año cumple su primera década, apenas tenía 17 años cuando llegó a mi vida y todavía tengo guardado en mi mente las veces que en la calle la gente me preguntaba que si era mi hijo porque se parecía mucho a mí, o cuando empezaba a hacer berrinche y pucheros porque ya quería dormir, lo cargaba y me lo llevaba a mi cuarto, le cantaba, lo acostaba en la cama para que jugara con sus piernitas, se reía a carcajadas, le quitaba sus calcetines, le hacía cosquillas y finalmente se quedaba dormido.
A la fecha, las personas que nos conocen me siguen preguntando si es mi hijo, honestamente lo siento como si fuera mío, no lo crié, ni nada por el estilo, pero llevamos la misma sangre y casi casi la misma fecha de cumpleaños, los dos lloramos y nos enojamos fácilmente.
Este angelito que creció demasiado rápido (y ya anda en búsqueda de novia en el colegio), es una de las luces que vino a derretirnos los corazones en casa.