Vivimos momentos de locura,
risas,
colores sepias,
atardeceres azules,
chaquetas de jeans,
chapulines y chancletas en los charcos,
películas proyectadas en su pared,
tardes de lectura tirados en la grama de un lugar lejano,
muchas tertulias (mis favoritas),
citas en el cine que pasaban desapercibidas por nuestros ojos,
partidos de basketball interminables,
nuestros bailes sincronizados cuando salíamos a parrandear,
conciertos de música nacional disfrutados desde la brincadera,
estar a la par suya y no recibir un solo abrazo...
...a veces, por no decir siempre, el día terminaba así, sin un abrazo...sin un beso.
Gozar de su compañía y al mismo tiempo saber que tiene un final,
disfrutar sus cálidos abrazos sin sabor y recordar que pronto se irá del país,
despertar a su lado y no aferrarme a uno de los mejores momentos,
acariciar su rostro y tenerlo tan lejos,
verlo a los ojos mientras estamos bajo la lluvia y que nunca volverá a suceder,
todos esos días coincidí con mi compañero de vida, el que ya no esta, el que decidió que me merecía algo mejor, el que nunca me dijo la verdad, el que se fue en busca de una vida mejor para los dos y nunca regresó, el que me tuvo bajo la manga para que nadie se enterara de lo nuestro.
El que solo coincidió y no llegó porque no se lo pedí.
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