14 noviembre 2013

Cercanía de ausencia

No ha sucedido y ya siento nostalgia por estos días,
estas a la par mía, pero ya te siento tan lejos, a miles de kilómetros,
mientras puedo ver proyectado en el cielo todos tus sueños que harás realidad,
tu mano entre la mía pero tu alma situada en aquel lugar, cubierto de nieve.

Yo planificando mi próximo año, mientras el tuyo ya te tiene reservado
a 93,000 kilómetros de acá un lugar especial,
con los nombres de tus compañeros,
en tu nuevo apartamento,
nuevo trabajo,
nueva vida.

Me imagino esos últimos minutos,
constantemente pasando una y otra vez por mi mente,
mientras haces a un lado el cabello de mi frente
y limpias una lágrima que brota de mi ojo izquierdo,
me dices que todo va a estar bien,
no me quitas la mirada por saber cuanto tiempo,
me das un beso en la frente,
me abrazas...

Sueño con ese momento y ya no puedo dormir,
qué voy a hacer, cómo voy a reaccionar,
acaso me voy a quedar parada a un lado del camino,
sentada en el baúl de mi carro,
esperando a que las turbinas pasen sobre mi cabeza,
sobre mi cuerpo envuelto en ponchitos que me abrazan como si fueras tu,
mientras desapareces entre el frío congelado de un sábado por la madrugada.

O si finalmente mi sensibilidad por fin se apagará y todo será tan normal
como manejar un día a la oficina, trabajar, subirme al carro, regresar a mi casa,
sentarme, reflexionar, levantarme y hacer como que si nada pasó.

No lo se,

realmente no lo se.


Ni siquiera ha llegado el día, pero me sigo levantando por las mañanas con la misma terapia, con la expectativa, con el nerviosismo, contigo y sin ti.





Si, sufre más el que se queda.

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