El poder que tienen las calles de la zona 1 a esta hora para remover mi corazón y sacudir mi cabeza. Son las 6:05 am y este recorrido se esta volviendo una buena costumbre. Mi segundo hogar le digo yo, porque me ha visto crecer.
La luz pública amarillenta que le da un color muy para ella, un color de olvido, de vejez, de guarda secretos; quién sabe cuantas cuadras o kilómetros he recorrido con estos mismos pies y piernas, cuántas paredes han de saber mis historias que de repente salían de mi boca en forma de susurro para que sólo mi cabeza las pudiera escuchar.
Creo que me ha visto más triste que feliz, sin ser hoy la excepción.
Las calles sucias de la 9na, los olores fuertes que sólo con un respiro llegan hasta el cerebro pinchándolo, sus parques oscuros donde muchas parejas se juran amor eterno o donde los patojos se dejan llevar por sustancias estimulantes, la gente que nunca duerme, el vendedor de periódicos de la 12 calle, el imponente parque centenario que muchas veces y siempre me da un lugar cómodo y miles de historias para imaginar. Sus casas con los diseños que me enamoraron, las luces en el techo del edificio del centro (ahí viviré algún día me repito constantemente), el relajo de la 18 calle, las hamburguesas de la Ave. Elena, el edificio El Gastón que se lleva mis mejores recuerdos.
Esta zona 1 tan mía y tan de todos, tan mía que alberga mis más íntimos secretos, tan de todos que no me molesta porque a ella la prefiero compartida.
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