Ayer en un concierto vi a una familia sentada en una mesa escuchando atentamente al grupo que estaba tocando. Una de las integrantes de la banda tocaba el saxofón. La familia estaba cerca del escenario, por lo que podían disfrutar detalladamente del concierto. La mamá, sentada a la par de su hija más pequeña, estaba fascinada con la habilidad de la saxofonista, tanto que se veía cómo le hablaba a su hija y le señalaba el saxofón. Se veía cómo le contagiaba la emoción.
Podía imaginar esa plática entre las dos "ya viste mija qué pilas esa muchacha, deberías aprender tu también. Me gustaría verte tocar un instrumento. Cuando termine el concierto le vas a hablar a la chica y le preguntas si te puede dar clases".
Luego la señora se levantó a tomarle video a la banda, tomaba fotos, sonreía muy emocionada y hasta movía su cabeza y cuerpo al ritmo de la música.
Desde lejos veía esa imagen con los ojos cristalizados por mis lágrimas pensando y recordando a mi mamá. Recordando esos momentos en los que emocionada me decía que debía meterme a clases de guitarra, o de manualidades, o de pintura. Cuando de chiquita me llevaba al ballet y de grande se iba conmigo a las giras del coro. Y antes de partir al paraíso me acompaño en mi primera exposición de fotos.
Empieza la época más difícil del año y con momentos como estos mi corazón se arruga y se decide preparar para lo que viene con el fin de año.
Te extraño musha, te extraño tanto.