Pues resulta que la época de fin de año ya empezó a calar, y no solo porque cuando se le antoja al clima que toca frío hasta mis huesos se congelan y no me dan ganas de nada; sino porque la paleta de colores en los atardeceres se mete hasta mi cerebro y hace corto circuitos sin mi permiso; también porque mis piernas constantemente me piden que vaya a caminar en pleno parque central y luego sentarme a leer algún libro que cargue en mi bolsa, antojo que gracias al gracioso y ocurrente alcalde de mi país es imposible satisfacerlo desde el año pasado.
Entre tantas señales que se presentan cuando mi cuerpo ya sabe que estamos en el período de nostalgia de fin de año, es cuando miro Serendipity casi a diario retornando a mis pensamientos y deseos de una historia de amor como la de ellos, inesperada, de ansiedad, y un final feliz... uuufffff!!! cuánto Hollywood en esa película! pero da igual, me empalaga los días.
Y así también mis berrinches nocturnos aparecen deseando la presencia de esa mi colchita de tripas, a quién poder decirle que no ronque para que me deje dormir y a quién pueda abrazar, acariciar, darle un par de manotazos sin querer y finalmente dejarlo sin sábanas... pero siempre que lo tenga a mi lado para cuando amanezca. Si si, tengo mi lado romántico, por ahí anda tratando de salir del encierro.
Un atardecer en medio de árboles, con tres suéteres encima, mi boina negra, y su mano sujetando la mía. O acostados en la grama enchamarrados, viendo sobre nuestras cabezas los fuegos artificiales, mirándonos a los ojos, mis ojos que te van a extrañar.
Ven!
Alguien que me quite de esta computadora, si, ya estamos en la recta final, pero todavía no es tiempo para hablar de los "propósitos de fin de año" o del resumen del 2013 o de ponerme muuuuyyyy melancólica y nostálgica, aun no es momento, mientras tanto me acomodo el suéter y me preparo para seguir disfrutando de lo que queda de diciembre, a agarrar fuerzas para el último tramo y sobre todo para afrontar lo que el 2014 me trae.