cuando las cosas no salen como a mi me gustan,
cuando quiero decir lo que siento y no logro hacerlo con mi voz,
y también cuando ya me cansé de gastar saliva en ellas.
Escribo cuando se que no soy escuchada,
sobre todo cuando las palabras entran por un oído e inmediatamente salen por el otro,
cuando necesito recordar ciertas reglas, ciertos pensamientos,
cuando ya no se como hacer llegar el mensaje.
Escribo cuando no tengo nada que hacer,
cuando hay personas que rompen mi atmósfera,
cuando hay mujeres que les encanta entrar a territorio que no es de ellas,
y también cuando hay hombres que no les importa y dejan que ellas entren y paseen con toda libertad.
Plasmo mis ideas porque hay una revolución dentro de mi cabeza,
dejo salir esa verborrea que a veces no tiene sentido para los otros
pero para mi todo encaja perfectamente, hasta los puntos, comas y espacios.
Escribo cuando estoy triste porque es ahí donde se condensan todos mis sentimientos,
la alegría se vuelve utópica y la soledad es mi mejor amiga,
el enojo es tan duro como una turba corriendo a un ladrón,
y la dulzura les da el toque de realidad.
Escribo porque solamente ahí puedo ser quien realmente soy,
sin fingir,
sin reprimirme,
sin ser lo que los otros quieren,
donde puedo ser exigente, controladora, emocional, compulsiva y real.